Desde mi posición de mujer blanca, europea (más bien española), licenciada en historia, bailarina y profesora de Danza Oriental o Danza del Vientre con más de 15 años de experiencia, escribo este artículo probablemente parcial y por tanto abierto a ser cuestionado, con el objetivo de visibilizar las creencias y prejuicios machistas y racistas que siguen menospreciando y relegando en el plano cultural, a la Danza Oriental con respecto a otras danzas o disciplinas en España.

Las posibilidades de este arte se reducen casi exclusivamente al plano de lo medieval, nunca mejor dicho, planteándose su contratación a nivel institucional, solo para ferias y zocos, dejándola siempre fuera de los circuitos de danza, teatro o artes escénicas organizados por ayuntamientos o diputaciones.

La Danza Oriental sigue siendo una gran desconocida en nuestro país, a pesar de su riqueza, casi exclusivamente se la puede conocer a través de eventos relacionados con lo multicultural, normalmente benéfico y organizado por el tejido asociativo local; o en pubs, restaurantes o teterías, donde los acuerdos no son benéficos, pero si precarios y en ocasiones degradantes.

esalim zoco

Para subir a la Danza Oriental a un teatro no queda apenas más opción que el mercado privado de festivales y talleres organizados por las propias bailarinas profesionales, donde de nuevo impera la desigualdad, muy pocas logran salarios más que dignos y muchas son empujadas a trabajar gratis una vez más, (con sus correspondientes conflictos internos) a cambio de publicidad o de pisar un Teatro, ya que las instituciones dejan en una perpetua desigualdad a la Danza Oriental ante otras danzas.

Reaccionar es más fácil que activar ideas propias, pero merece la pena un esfuerzo por reflexionar con tranquilidad sobre este tema, aunque sea en lo que dé de sí un pequeño artículo, bucear en el origen de ciertos clichés y estereotipos negativos de la Danza Oriental, desde un punto de vista sociocultural y por supuesto político.

Podemos empezar señalando las <<palabras cárcel>> (concepto que usa Laura Navarro en su libro Contra el Islam) que acompañan a la descripción de esta danza: oriental, árabe, y vientre.

Solo con nombrar esta danza por su nombre, (tema al que ya dediqué todo un artículo por la dificultad que supone tratar de abarcar en un solo concepto, a una danza rica, variada y plural), se articulan con inmediatez una serie de prejuicios que encierran a millones de personas en un mismo grupo teóricamente homogéneo.

Es una realidad que hay una serie de ideas esenciales que suelen asociarse desde el imaginario colectivo occidental a la palabra Oriente.

Ya El Orientalismo durante los siglos XVIII y XIX se encargó, a través de manifestaciones artísticas, de dar una imagen de Oriente que se basaba en el exotismo. Edward Said en su libro Orientalismo profundiza sobre este fenómeno. Pero más adelante, señala también en su libro Cubriendo al Islam que los supuestos expertos sobre el Islam son, en demasiadas ocasiones, periodistas o analistas aficionados que van a países cuyo idioma, lengua y cultura desconocen y que se dedican a interpretar y explicar desde su punto de vista y su criterio occidental un mundo que desconocen por completo, creando así absurdas generalizaciones, caricaturas y estereotipos.

No son pocos los estudios que analizan en profundidad como son estas desafortunadas, reduccionistas y simplistas explicaciones de otros mundos, las que usan los medios de comunicación de masas occidentales (televisión, cine y prensa) no sin intereses obviamente políticos, las que finalmente han contribuido a dividir el mundo en dos bloques: Occidente y Oriente.

Samuel Huntington, politólogo y profesor de ciencias políticas en EEUU, y el historiador y orientalista Bernard Lewis con doble nacionalidad, británica e israelí, pero residente en EEUU, han sido dos de los grandes nombres que más han influido en la creación de conceptos estereotipados que han demonizado al Islam, a los árabes y a Oriente. Han contribuido con sus generalizaciones a la denigración de toda una cultura extranjera en Occidente. Dejaron asociados a Occidente, conceptos como “lo normal”, lo nuestro, modernización, cristiano civilizado y civilizador de otros a su vez, libertad, razón, lógica, etc. Y en contraposición se asoció a Oriente con despotismo, barbarie, crueldad, violencia, enemigo, deshumanizado, amenaza, peligro, machismo, religión fundamentalismo. La vieja costumbre de “exotizar” Oriente, aunque también estereotipada, ha ido siendo relegada por una imagen peor, el encanto y el romance se han ido eliminando para dar paso a la asociación de Oriente con conflictos, fundamentalismo y terrorismo.

desierto

La politóloga iraní Nazanín Amirian, y la escritora y cineasta alemana Martha Zein se preguntan en su libro El Islam sin velo, ante las tesis de Lewis sobre Oriente: ¿Pero qué Oriente? ¿chino?, ¿indio?, ¿persa?, ¿turco?, ¿árabe? Y es que, una vez nombrada la palabra, se hace propia, algo imposible se hace real y cotidiano, todos hablan de Oriente, aunque nadie pueda darle cuerpo. La palabra al servicio del Poder. Oriente, civilización islámica, son denominaciones imprecisas (al igual que Occidente, por supuesto). Pero en el caso de Lewis y Huntington, entre otros, han confundido lugares geográficos con religiones con total impunidad y han desviado el foco de atención de las raíces reales de ciertos conflictos.

En resumen, un arte de la simplificación a ultranza y un desprecio a la complejidad han caracterizado la percepción de Oriente que se tiene en el imaginario colectivo occidental, de lo que yo misma reconozco, tampoco escapo.

Hasta aquí, tracé un pequeño contexto sobre las palabras cárcel: oriental, árabe e islam, que aunque no reparemos mucho en esto, en el terreno exclusivamente artístico de la danza, es un tema que también influye al desinterés y menosprecio que denuncio,  pues a lo largo de mi carrera he experimentado en primera persona cómo se ha ido pasando de una cierta atracción por lo exótico de Oriente a una antipatía por todo lo árabe, incluyendo por supuesto la danza, confundiéndose así cultura y religión .

Pero además del racismo, un fantasma si cabe mayor, sobrevuela constantemente sobre nuestro arte: la palabra Vientre, acuñada por los orientalistas del siglo XVIII y XIX, que contribuye a toda una serie de simplificaciones machistas. Con el patriarcado, nos topamos ahora.

En este punto aclaro, que me voy a referir a la visión que tenemos en Occidente y concretamente en España de La Danza Oriental o Danza del Vientre. No puedo abarcar en este artículo lo que hemos aprendido que significa en Egipto, todo un tema aparte, tan interesante como complejo, pero sí trataré de clarificar ciertas confusiones que se dan hoy, incluso entre las propias bailarinas de esta danza, en buena parte de países occidentales.

Esalim vientre

Y es que nuestra soberbia blanca occidental, es perfectamente capaz de valorar problemas de otras culturas, pero se ciega a veces, a la hora de cuestionar qué problemas hay en la nuestra. Me parece una realidad, sin ánimo de idealizar en ningún caso a otras sociedades, que aquí por muy avanzados que estemos, por muchas mejoras que se hayan conquistado a lo largo de la historia y por mucho que presumamos de progresismo, seguimos sufriendo también dos lacras importantes: la moral judeo-cristiana y el patriarcado estructural, que van unidas entre sí.
Como dice Alice Miller, la sociedad patriarcal hace de cada criatura humana una víctima culpabilizada.

Muy de acuerdo con Nietzsche, la moral solo ha visto en los instintos una fuerza a sofocar, a ignorar y a suprimir mediante la represión. La moral cristiana ha falsificado las acciones y los instintos de los seres humanos y ha viciado en su raíz la posibilidad de crear seres más libres y creativos y finalmente los valores morales se han establecido para “gregarizar” y producir rebaño. 2000 años de Cristianismo en los que hemos aprendido a ver con malos ojos nuestros cuerpos, nuestras fuerzas creativas y nuestros impulsos.

Y en esta línea, La Ley Patriarcal tiene que reducir la vitalidad humana a unos mínimos controlables para imponer el orden jerárquico falocrático. Un orden más interesado en el poder y en la muerte que lo sustenta que en la vida.

Casilda Rodrigáñez en El asalto al Hades maneja las tesis de un Matriarcado en el Paleolítico superior y el Neolítico, donde se supone un mundo recreador de la vida, del bienestar humano y una sociedad basada en la ayuda mutua. Una sociedad previa a la gran devastación que fue El Patriarcado. No entraré a afirmar o cuestionar este tema, pero lo que sí es un hecho en mi opinión, es que la moral judeo-cristiana se encargó de introducir el elemento “culpa” en la sexualidad de todas las personas, mientras que El Patriarcado directamente desterró y satanizó la sexualidad femenina reduciéndolo todo a una sexualidad falocéntrica.

En el sistema patriarcal, la mujer se convierte en el objeto del deseo, y el hombre es el sujeto evaluador y comprador. La mujer-activa pasa a convertirse en mujer-materia, como si solo existiera para ser expuesta y no expresarse.

Claro que hay mujeres con el cerebro lavado por siglos de manipulación patriarcal y negación de sus cuerpos deseantes. Hay mujeres felices de ser muñecas y adornos, mujeres objeto que marchan contentas e impávidas. Pero a pesar de que esto ocurre en multitud de sectores, es la Danza Oriental la gran castigada, la gran estigmatizada la gran relegada y menospreciada por no representar lo políticamente correcto, por no ser o no parecer un adalid de la modernidad y el progresismo.

Hablemos ya solo y exclusivamente de Danza. Elementos relacionados con la “sexualidad” se comparten en multitud de danzas.
Ciertamente la danza oriental centra parte de sus movimientos en las caderas, el abdomen, el pecho, el pelo, etc. Además, su vestuario deja el torso semidesnudo y ensalza la feminidad normativa.
Pero:

  • ¿qué ocurre con los movimientos femeninos en los bailes latinos, muy parecidos a los de la danza del vientre? Que no son mujeres solas, sino llevadas por un hombre.
  • ¿qué ocurre con el pseudotwerking existente en algunas danzas africanas o con el twuerking como tal y el reguetón mil y una veces más evidentemente sexuales que la danza del vientre? Que no representan la cultura árabe;
  • ¿qué ocurre no ya con torsos semidesnudos sino directamente desnudos que podemos encontrar en algunas performances de danzas contemporáneas donde la bailarina puede ir directamente desnuda? Que de inmediato se asocian a conceptos como la modernidad, la intelectualidad y la libertad, asociaciones prohibidas al parecer, a todo lo que venga de Oriente.
avanzadas

Podría seguir con ejemplos de este tipo, aunque creo que son suficientes.

Yo digo SÍ a todas las danzas, en ningún caso he querido mostrar mi oposición a ninguno de los ejemplos utilizados anteriormente, pero me parece harto evidente que la desacreditación de la Danza Oriental, incluso desde algunos sectores feministas, no se sostiene más que si analizamos el sinfín de prejuicios y estigmas variados que arrastra.

Reflexionemos ahora un poco sobre La Danza Clásica o el Ballet. Y por qué es la danza que goza de mayor prestigio en Occidente. Es obviamente hermosa y su dificultad y virtuosismo no dejan lugar a dudas. Pero no debemos pasar por alto como desarrolla una corporeidad rígida y contenida, que bloquea por completo la zona de la pelvis. Además, su posición estrella resta estabilidad a la bailarina al obligarla a permanecer en punta, en muchas ocasiones sostenida por un hombre tras ella que sí puede posicionarse en planta aportando estabilidad a la vulnerabilidad de su pareja en punta. Un sistema social que rechaza lo corpóreo y que aspira a la pasividad de los cuerpos femeninos, encuentra en el Ballet un gran representante para su danza. Además, el ballet es una disciplina corporalmente excluyente ya que necesita de una uniformidad y delgadez en sus cuerpos de baile. Sin duda el Ballet, otorga a la bailarina de clásico una “fisicalidad” ajustada a los estándares hegemónicos en Occidente.

Actualizo mi SÍ a todas las danzas, pero denuncio la injusta estigmatización de género que se arroja sobre La Danza del Vientre.

Tras estos apuntes y reflexiones claro que, para Occidente, la Danza del Vientre tiene una corporeidad excesiva. La bailarina suda, pierde el control, pone fuerza, pasión, amor, expresión en su danza, lo que contrarresta por completo con la tradición del pensamiento hegemónico occidental que huye de las emociones y de la “suciedad”. Al igual que otras danzas, como la contemporánea, la danza oriental desborda los límites del cuerpo clásico y sobrepasa, además, los límites de la razón y la lógica y la codificación de pasos y secuencias abriendo una infinidad de posibilidades incapturables mediante la improvisación.

El flamenco puede encajar perfectamente también en ciertos puntos con esta ruptura del cuerpo clásico. Al igual que en la Danza Oriental, las bailarinas pueden ser de diferentes pesos y edades y sin duda también sudan, pierden el control y expresan. Aunque no se bloquean ni mucho menos los glúteos ni las caderas, el flamenco reparte su fuerza arriba y abajo mediante el trabajo de brazos y el taconeo, mientras la danza oriental centra la importancia de sus movimientos en la región pélvica, y es por ello que se la castiga con la hipersexualización, en todo caso entendida como una  sexualidad falocéntrica, donde lo importante es la mirada del hombre.

mercedes

A pesar de compartir bastantes características con el flamenco, la danza oriental nunca se mirará con el respeto que se mira al flamenco en un país que parece haber olvidado que hubo un tiempo en el que fuimos árabes. Porque como explica Emilio González en su libro Cuando fuimos árabes en Al-Ándalus fuimos árabes. Sí, somos europeos, pero hubo un tiempo en que en este trozo de Europa fuimos árabes. Sorprendentemente, en vez de presumir del enorme y evidente legado cultural de Al-Ándalus, que fue una cultura árabe con al menos tres religiones, se reniega sin más, cosa que no se hace con nuestro pasado romano ni fenicio, por ejemplo.

Además de la interiorización social de cierto racismo y patriarcado, a mi entender la Danza Oriental se encuentra con problemas internos como el intrusismo profesional, el pensamiento mágico y fantasioso-orientalista de no pocas profesionales y nuestra propia moral juedeo-cristiana, que debemos tener en cuenta, si queremos preservar la esencia de la danza oriental.

La danza siempre está viva y tiene derecho a mutar y fusionar. Solo trato de apuntar que a veces veo cómo bailarinas europeas tratan de ajustar su danza oriental a un lenguaje más fácil para occidente, cosa que me parece legítima, siempre y cuando seamos conscientes de ello y dejemos espacio también para una danza oriental más purista, libre de todo prejuicio. Nunca olvidemos que la bailarina nunca puede ser el objeto, pues es directamente el sujeto de lo que está pasando en el momento en el que baila. Deshagámonos de este miedo. Y además, las verdaderas miradas enamoradas hacia esta danza son mayoritariamente femeninas, hecho que he podido comprobar en todas y cada una de mis actuaciones. En Occidente, somos las mujeres las realmente seducidas y enamoradas de esta bella Danza del Vientre, y lo sabemos.

Para terminar, me gustaría destacar la cantidad de mujeres de todas las edades, tamaños y condiciones que gracias al aprendizaje de la danza oriental han reconectado con sus cuerpos, con su sexualidad y con su estima. Dice Fátima Mernissi que el velo de Occidente es la talla 38. Es evidente el bloqueo, el encorsetamiento y la desconexión del cuerpo que muchas mujeres occidentales presentan. Tenemos libertad en lo exterior, si en otros países la represión está en lo exterior, sin duda en occidente la represión está en lo interior, en lo simbólico. He sido testigo de cómo nos da vergüenza nuestro cuerpo, nuestro movimiento y nuestra sexualidad, no vayamos a resultar excesivas en este mundo cargado aún de más moral que ética. Puedo afirmar que la danza oriental es capaz de edificar una feminidad más positiva, donde las mujeres podemos recuperar nuestros verdaderos deseos y nuestros verdaderos cuerpos desaparecidos en el imperio falocrático.

sinver baston

Aunque ya me estoy excediendo en la dimensión que me propuse para este artículo, no puedo dejar de nombrar a Gloria Rodríguez Hevia y su libro Cuerpos en Danza. Feminidades transgresoras y bellydance, una joya en la que me inspiré para esta última parte del artículo.  Un libro de gran interés para todas las personas interesadas en la danza, especialmente para las bailarinas de danza oriental.

Cierro con las palabras de la escritora, activista y psiquiatra egipcia Nawa El-Saadawi

Un mundo mejor no es posible sin liberar la mente, el cuerpo y, sobre todo, el lenguaje de las mujeres.”